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    Puto, putas, putare, la palabra latina

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    Relatos dominicales

    Miguel Valera / Foto: Cartel de la película Fragmento de amor, de Héctor Abad

    Hace muchos años, con la juventud a flor de piel, conocí a una chica alegre, divertida, intensa, pasional. Era Libra y había nacido el mismo día que yo, un 29 de septiembre, en la festividad de San Miguel Arcángel. Una noche fresca, de verano, en el legendario restaurante “La Cabaña de Godos”, de la Avenida Murillo Vidal en Xalapa, la invité a cenar con algunos amigos. Llegó luminosa, sonriente, saludando a todos, como si los conociera de años.

    Uno de los amigos a la mesa le pidió a Godofredo García, el dueño, que la atendiera de inmediato. Rápido llegó un mesero y le ofreció una copa de vino. Al ver el interés del amigo, reportero estrella de una televisora estatal, la chica sacó una caja de cigarros de su bolso de mano y un encendedor. El amigo, presto, rápido, veloz, tomó el lighter, como le llaman los gringos y lo acercó al cigarrillo. ¡Ah chingao!, gritó fuerte, cuando sintió una descarga eléctrica en el cuerpo.

    Todos nos sorprendimos y la chica se botó de la risa. No se trataba de un encendedor convencional sino uno “de toques” para bromear a los amigos. Desde ese día todos bautizamos a esa chica como “la toques”. Tomamos café, cenamos en varias ocasiones y siempre me pareció una chica muy lista, brillante, aferrada a ideas, leída, culta, que defendía sus puntos de vista. Un día, por la confianza generada, me dijo que era dama de compañía y que de vez en vez vendía su cuerpo por horas. Al principio no lo creí, pero cuando me dio detalles, terminé aceptándolo.

    Esa noche me dijo: “los hombres desprecian a las putas, pero todos quisieran tener a una cerca, porque somos lo más barato a lo que pueden tener acceso”. Discutimos largo sobre el tema y al final, un poco ebrios e hilarantes, con la mirada seria que le caracterizaba, me dijo: ¿sabes de dónde viene la palabra puta? Entonces recordé que un viejo maestro de lengua latina, el padre Manuelito Vázquez Montero, nos había dicho en clases que el verbo “puto, putas, putare, putavi, putatum” significaba “pensar”. A todos nos sorprendió el dato, porque sabíamos del desprestigio de la palabra.

    Cuando le conté eso, sonrío, porque esa era la respuesta que tenía. Y añadió: deberías de buscar un libro que se titula Fragmentos de amor furtivo de Héctor Abad Faciolince. Ahí, el escritor colombiano señala que esta palabra procede del vocablo griego, budza, que significaba sabiduría hacia el siglo VI antes de Cristo». Me quedé sorprendido de la referencia que yo desconocía.

    Pero esa palabra, según he leído, añadió, se refería particularmente a las mujeres que iban de Mileto a Atenas. La más famosa, quizá, fue Aspasia, quien fue pareja de Pericles y destacó por su cultura y sabiduría. Jenofonte, Platón y Aristóteles, la refieren en sus escritos y se han escrito novelas muy interesantes de su vida, como Gloria y esplendor de Taylor Caldwell, asentó. 

    El punto, concluyó, es que en la mentalidad del hombre, siempre se quiere tener sujeta a las mujeres y se desprecia su libertad, pero hay muchas que la han ejercido a cabalidad a lo largo de la historia. Sé que la palabra está muy desprestigiada, pero putear debería de ser un verbo que haga honor a uno de sus sentidos primigenios, que es el de pensar. Ya no me dijo más. Esa noche la llevé a su casa y la dejé dormida entre sus sábanas de algodón. 

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