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    La muerte de Mila

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    Relatos dominicales

    Miguel Valera 

    Milagros Monserrat Meza, “Mila”, como le decía su madre, despertó el pasado 10 de agosto en su casa de la colonia Granados, en León, Guanajuato, feliz por haber llegado a los 40 años de edad. Salió muy temprano a trabajar y al pasar por la calle Lago de Zumpango se encontró con la muerte, en la mano de Miguel, un hombre, quien luego de forcejear con ella la apuñaló.

    En las imágenes de una cámara de seguridad que captó el hecho, se observa cómo Milagros intenta detener los chorros de sangre que salen de su pecho, como si se tratara de una escena de alguna película de terror de Alfred Hitchcock. Nada pudo hacer. Cuando los cuerpos de emergencia llegaron al lugar, Milagros Monserrat había muerto. El festejo que su familia le había preparado para ese día especial, se convirtió en velorio.

    Unas horas después, antes de que el responsable fuera detenido, las autoridades de Seguridad Pública de León dieron sus conclusiones: “Está descartado que el hecho sea derivado de un delito patrimonial, pues fue un ataque directo, por aparentes rencillas personales. Colaboramos con la Fiscalía General del Estado en el esclarecimiento de este delito y que el responsable sea llevado ante la justicia”.

    Esta no es una historia de ficción, es la realidad, acuciante —que se manifiesta con fuerza, viveza y pasión, como dicta el diccionario— y que siempre nos sorprende. “La realidad supera la ficción”, solía decir Oscar Wilde o es “mejor que ficción”, como tituló Jorge Carrión a esa colección histórica de Crónicas ejemplares que publicó Anagrama en 2012. Es triste decirlo, pero así es.

    En el fondo, más allá de los motivos que haya tenido Miguel, este joven que vivía en el 219 de la calle Cortázar en la colonia La Moderna en León de los Aldama, es la mano del Caín primigenio que busca destruir al Abel de todos los tiempos. “Vis tempestatis”, decían los romanos para referirse al origen de esa fuerza inexplicable que tiene el ser humano para imponerse y acabar con los otros. Siempre que un ser humano intente colonizar a otro habrá violencia, porque se trata de imponerse, de pasar sobre él, de conquistarlo.

    “Lo que les comentaría es que es un tema de descomposición social, no es de violencia de otra naturaleza. En esa colonia no teníamos indicios, es un hecho aislado en esa zona. (Debemos) construir sociedad y por eso estamos trabajando en tener más becas en educación, más espacios públicos y cómo coadyuvamos en fortalecer a la persona para que pueda salir adelante”, dijo la alcaldesa Alejandra Gutiérrez Campos, para justificar el hecho.

    En parte tiene razón, porque el deseo avasallante de poseer al otro o de destruirlo forma parte de la naturaleza humana. Somos más que lobos para el hombre, como alguna vez me dijo el maestro, antropólogo y erudito, Carlo Antonio Castro Guevara.  

    En tanto, en la casa de Milagros Monserrat Meza, su madre sigue triste. Jamás se imaginó perder de esta manera a su hija. Se fue muy temprano a trabajar, no la felicitó por su cumpleaños. En su cocina se quedaron los ingredientes para las enchiladas con lechuga que tanto le gustaban y que ese día especial le prepararía. Tampoco podría estudiar Enfermería, como era su deseo. Esa mañana del pasado 10 de agosto su vida terminó para siempre, por la mano asesina de Miguel.

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