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    * La mujer rural
    * Programas sociales
    * Justicia social o clientelar

    Por: Javier López Ortega.- A lo largo de muchos años he estado muy de cerca de las mujeres rurales, pues con una de ellas nací, crecí y aprendí a caminar en la vida. La mujer rural es aquella que tuvo muy pocas oportunidades de estudiar o de hacer algo diferente en su vida; sino es en un medio rural, en las actividades propias de su hogar y del campo. Ellas posiblemente nunca irán a un restaurant, a algún centro comercial, algún cine u otras recreaciones; puesto que casi toda una vida está atada a un fogón, a hacer lonches, a criar hijos, a bordar, a tejer, a producir la tierra, a criar animales de traspatio y una que otras veces participar en actividades de su comunidad. Son las guerreras y sabias en el tiempo para con sus hijos.

    La Asamblea de la ONU en 2007 aceptó reconocerlas puesto que representan más de un tercio de la población mundial y son el 43% de la mano de obra agrícola. Además señaló que sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza, pese a ser tan productivas y buenas gestoras. Su labor es invisible y no remunerada; todos los indicadores de género y desarrollo muestran que las mujeres rurales se encuentras en peores condiciones que los hombres del campo y las mujeres urbanas. El año pasado el CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) en México arrojó datos muy duros: casi 94% se encuentran en condiciones de vulnerabilidad.

    Durante más de una década se celebra el Día Internacional de la Mujer Rural cada 15 de octubre en todo el mundo, por las condiciones relatadas al anterior párrafo. En Mexico, el mismo neoliberalismo que imperó nunca las volteó a ver; posiblemente lo celebraban de manera mediática y no para conmemorarlas buscando mejorar sus condiciones de vida. Me tocó caminar mucho con ellas en las comunidades y en un 99% no sabían que existía tal conmemoración, ni los programas sociales y productivos donde podrían obtener apoyos. Si acaso el famoso programa de Oportunidades en su momento, nieto del Pronasol, hijo del Progresa y papá del Prospera hasta hace unos meses. Ahora pomposamente llamado Bienestar.

    En su momento muchas organizaciones sociales y campesinas lucharon por la reindivicacion de las mujeres rurales, y en los periodos más complicados hubo un intento del gobierno en apoyarlas a través de programas sociales como el PRONAM (Programa Nacional de Integración de la Mujer al Desarrollo) en 1980. En 1985 se instala el PRO-MUDER (Programa de Acción para la Participación de la Mujer Campesina en la Consecución del Desarrollo Rural) no alcanzando los objetivos deseados. En 2002 inicia el PROMUSAG (Programa de la Mujer en el Sector Agrario), sustituido por el priista Enrique Peña Nieto por el PROMETE (Programa de Apoyo a la Productividad de la Mujer Emprendedora), quien después lo aniquilaría a un programa más clientelar todavía: El Campo en Nuestras Manos.

    En los sexenios panistas el PROMUSAG tuvo un poco de auge, al mismo tiempo que un FOMMUR o un POPMI, pese a la opacidad de sus manejos, pero había reglas más claras y supervisiones en los ejercicios. Muchas mujeres rurales si aplicaron sus proyectos y se les veía una luz en sus caras llenos de años de trabajo y traqueteo. Me tocó muchas veces ser su traductor y estar con ellas todo un acompañamiento técnico para que fuesen beneficiarias; y por supuesto que daba coraje ver que señoras copetudas también llegaban a las delegaciones y eran atendidas de manera especial y con más eficiencia. Sin embargo llega el Gobierno de Peña y los programas tornaron un giro drástico, ocasionando un caos en las oficinas centrales de SAGARPA. Pues era claro que el giro era para seguir corrompiendo más un programa sensible dirigido a mujeres rurales. Ahora era un botín clientelar para muchos políticos y funcionarios.

    Hoy las estadísticas, a un sector tan grande en Mexico pero invisible para sus Gobiernos son alarmantes, en cuanto a vulnerabilidad y pobreza; producto de la nula atención y de la corrupción en los programas, que pudiesen haber hecho un mejor papel. Las mujeres rurales posiblemente no lo saben, pues muchas o la mayoría nunca salen de sus comunidades; siendo peor el indicador cuando se combina si son indígenas. Con el Gobierno de Andrés Manuel hay algunos destellos a lo lejos para una mejor condición de vida para ellas. Posiblemente porque muchas de ellas ya después de 68 años recibirán una pensión o porque se inscribirán en el programa Sembrando Vida, Producción para el Bienestar, etc. Pero al igual que los neoliberales no hay un programa enfocado a una atención integral y directa a este sector. Revisando reglas también podrían tener el alcance de una “Tanda del Bienestar” de 6 mil pesos que probablemente no le alcance para el famoso “micronegocio” que mencionan. La mujer rural es productiva, capaz y sabia. Algún día se le hará siquiera justicia social? Tiempo al tiempo!

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