Por: Javier Herrera Borunda.- El mundo ha sido testigo de los efectos devastadores que ha tenido el cambio climático con la presencia de fenómenos hidrometereológicos extremos en El Caribe, Estados Unidos y México a lo largo de 2017. Olas de calores intensos han provocado incendios en grandes extensiones territoriales de Europa. El Tifón Noru alcanzó la más alta categoría y sus vientos incontrolables y lluvias torrenciales afectaron gran parte del noroeste del Pacífico norte, especialmente al archipiélago de Japón. Los casquetes polares de la Antártida se fragmentan y entre otras consecuencias elevan los niveles de los mares.
Estos fenómenos naturales exceden cada día más lo esperado por las previsiones científicas de los estudiosos del tema. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático alerta que en 2025 miles de millones de personas padecerán de una severa escasez de agua, y que la pérdida de seguridad alimentaria generará grandes flujos migratorios originados por estos problemas de supervivencia.
Encontrar una solución al cambio climático es un tema que está relacionado con la sobrevivencia del ser humano en el planeta Tierra y con valores como la justicia y la equidad, ya que son precisamente los habitantes que cuentan con menos recursos y que viven en zonas perfectamente identificadas como de riesgo, por una gran cantidad de razones siendo la principal la pobreza, quienes sufren con mayor intensidad las consecuencias de estas transformaciones.
En la clasificación mundial diez países generan en conjunto el 72% del total de gases de efecto invernadero que se emiten en la atmósfera, mientras que cien naciones producen tan sólo el 3%. China es responsable del 25.4% de estos gases, Estados Unidos del 14.4%, y nuestro país ocupa el décimo lugar con el 1.67%. A ello contribuye en gran medida el uso industrial de energías fósiles.
Sin duda, el mayor desafío al que se enfrenta la sociedad global en el corto y mediano plazos, es encontrar soluciones viables a este problema. El 10 de noviembre de 2016 entró en vigor el histórico Acuerdo de París, suscrito por 196 países, en el marco de la XXII Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP21), considerado el logro más trascendente en el tema medioambiental por su alcance global y sus objetivos a largo plazo, ya que los países firmantes se comprometieron a lograr que nuestro planeta no alcance más allá de dos grados centígrados de calentamiento global a finales del siglo XXI.
Un año después se llevó a cabo la siguiente Conferencia en la ciudad de Marrakech, Reino de Marruecos (CPO22). Lamentablemente el actual presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump decidió el 1 de junio del presente año, que su país abandonaría el Acuerdo de París medida que podrá ser efectiva hasta el año 2020, pero que afecta de manera determinante alcanzar los objetivos como fueron planeados en la Ciudad Luz.
En 2017 la COP23 se lleva a cabo en la ciudad de Bonn, Alemania entre los días 6 y 17 de noviembre y tengo el honor de favor parte de la delegación que representa a México. En esta reunión, la Presidencia corresponde a Fiyi, uno de los países más vulnerables al calentamiento global, que tras recibir el visto bueno de la ONU para ser sede de esta Conferencia llegó a la conclusión que ninguna de sus islas tenía la capacidad de albergar a las más de veinte mil personas que acuden a estas reuniones, por lo que la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático le ofreció su sede de Bonn para ejercer su Presidencia hasta la próxima Cumbre que se celebrará el próximo año en Polonia.
Durante su discurso inaugural, el presidente de la COP23, Frank Bainimarama, ante representantes de cerca de doscientos países pronunció las siguientes palabras, que a título personal me marcaron y quisiera compartir en esta columna: “Nuestro mundo sufre acontecimientos extremos provocados por el cambio climático. Nuestra responsabilidad como dirigentes es responder a este sufrimiento, no debemos decepcionar a nuestros pueblos”.
En la COP23 se busca desarrollar un guión de trabajo que logre operacionalizar los puntos establecidos en el Acuerdo de París en el que se incluya una homologación de criterios de todas las Partes. Lograr los objetivos del Acuerdo se relaciona directamente con la capacidad de consolidar un mecanismo financiero sólido a través del Fondo Verde para el Clima, que permita viabilidad a los esfuerzos mundiales del combate al cambio climático y que deberá contar con alrededor de cien mil millones de dólares a partir del año 2020 para asumir los costos de transición de energías altamente contaminantes a energías limpias. Las mayores aportaciones deberán ser otorgadas por los países del Norte Desarrollado para lograr el crecimiento limpio de los países que se han denominado Sur Global. En este ambicioso programa se trabaja en el diseño de proyectos de responsabilidad compartida entre los Estados y el sector privado.
En la COP23 México reitera su compromiso con el Acuerdo de París y considera que todos los países, incluidos autoridades, sector privado y sociedad civil organizada deben esforzarse para lograr su completa implementación a través de la adopción de estrategias ambiciosas de mitigación y adaptación de largo plazo, orientadas a un desarrollo global sustentable, de bajo carbono y resiliente. Nuestro país ya inició la preparación del Programa Nacional de Adaptación para lograr una implementación efectiva e integral de este componente prioritario de sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas.
Transitar de economías sustentadas en el uso de energías fósiles altamente contaminantes, hacia economías verdes bajas en emisiones de efecto invernadero, es un proceso muy complejo que demorará algunas décadas pero en ello se juega el futuro de nuestro planeta. Nos encontramos ante un escenario de transición en el que las energías limpias deberán demostrar que son capaces de generar tasas de crecimiento económico rentables.
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