Luis Ortiz
Veracruz, Ver.– Con la llegada del 31 de diciembre, el Puerto de Veracruz revive una de sus tradiciones más arraigadas: la quema del Año Viejo, una figura que simboliza el cierre de ciclos y la esperanza de un nuevo comienzo. Esta costumbre, que año con año reúne a familias, vecinos y turistas, se mantiene viva gracias a la creatividad y el entusiasmo de los veracruzanos.
Tradicionalmente, el Año Viejo se elabora con ropa usada, cartón y una estructura sencilla, mientras que en su interior se rellena con aserrín o papel periódico, materiales que permiten darle forma y facilitan su quema al final del año. Estas figuras suelen representar personajes populares, situaciones del año que termina o simplemente un muñeco genérico que encarna todo lo viejo que se desea dejar atrás.
En años recientes, la tradición ha evolucionado. Además de los muñecos clásicos, en distintos puntos de la ciudad comerciantes y artesanos ya ofrecen versiones en forma de piñata, las cuales también se queman como parte del ritual. Estas nuevas presentaciones, más coloridas y ligeras, han ganado popularidad entre las familias, especialmente entre quienes buscan una opción práctica sin perder el significado simbólico.
Otro elemento característico de esta temporada es la participación de jóvenes veracruzanos que, desde días previos al Año Nuevo, se disfrazan y salen a las calles a bailar. Con música, coreografías improvisadas y disfraces llamativos, recorren colonias y zonas concurridas, solicitando una cooperación voluntaria con la que buscan ganar un dinerito extra para cerrar el año.
Esta mezcla de tradición, ingenio y ambiente festivo convierte al Año Viejo en una celebración única en el puerto, donde la cultura popular se expresa en las calles y se transmite de generación en generación. Más allá del fuego y la fiesta, la quema del Año Viejo representa para los veracruzanos una forma de despedirse de lo vivido y recibir el Año Nuevo con alegría, unión y buenos deseos.













